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Goliat vs Goliat

Publicado: 2012-03-02

Y los perdonó. Luego de haber ganado en tres instancias, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, perdonó a los periodistas a quienes había enjuiciado por una millonaria suma de dinero.

El escándalo sucedió a raíz de una publicación del periodista ecuatoriano Emilio Palacio, del diario El Universo, en la cual se acusaba al mandatario de haber ordenado fuego a discreción contra un hospital. En otras palabras, lo acusaban de un crimen de lesa humanidad. El artículo, por lo demás, no llevaba pruebas ni testimonios contundentes, y el lenguaje sencillo y directo parecía buscar enfrentamiento. Vaya que lo encontró: se le imputó una sentencia de aprox. 40 millones de reparación civil . El caso tuvo una repercusión internacional inmediata. Varios medios extranjeros se solidarizaron con Palacio, y saltaron los organismos internacionales a abogar por la libertad de expresión. Ahora que este perdón ha puesto paños fríos al asunto, ¿quién tuvo razón?

Emilio Palacio sí injurió a Rafael Correa. La maliciosa ambiguedad de sus términos, así como lo fuerte de sus palabras, hace sospechar al lector atento. La ausencia de pruebas se confirmó durante el juicio, donde la defensa del periodista no hacía sino desentrañar el más inocente sentido del artículo, sin presentar investigaciones que corroboren lo que en aquel fue expuesto. Por otro lado, Rafael Correa es un presidente y, como tal, debió acudir a otro tipo de soluciones en vez de sacar, como efectivamente hizo, su lado más egocéntrico y -hay que decirlo- autoritario. Como bien dicen muchos líderes de opinión en Ecuador, nadie está criticando el juicio, sino la desproporción de la sentencia y esa vena intolerante que caracteriza a Correa. Como buen autoritario, consideró que el espectáculo debía cerrar con broche de oro y con él bajo el reflector, qué mejor forma que disculpando al heresiarca.

Este prolijo análisis da nuevas luces a todo el sonado caso. Muchos parecen enarbolar las banderas de una irrestricta libertad de expresión, pero parecen olvidar que los acuerdos internacionales a los que tanto acuden cuando son ellos los agraviados defienden la libertad de expresión siempre y cuando se tenga en mente "asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás" (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Sindicar a alguien de asesino o genocida sin presentar las debidas pruebas es un ataque directo a la reputación. Pero también responder con el poder especial que se tiene por ser Jefe de Gobierno de un país es abuso del mismo, es una ventaja intolerable en cualquier sistema que se llame a sí mismo democrático. Rafael Correa debió llevar un juicio mucho menos pomposo o, en el mejor de los casos, hacer oídos sordos a las palabras necias. La democracia contempla para casos así mecanismos que aún parecen dormidos en Latinoamérica, como impulsar leyes que, a la luz del Pacto ya citado, procuren el buen uso de la pluma y el respeto a las opiniones de la prensa en tanto que estas sean concienzudamente elaboradas. En otras palabras, libertad irrestricta a las opiniones, pero no a las calumnias.

"El hombre poderoso en el poder sucumbre; el hombre del dinero, en el dinero (...) Y así sucumbió el lobo estepario en su independencia" - Herman Hesse, Der Steppenwolf

Temas así vienen como anillo al dedo al Perú, que hace no más de medio año que fue testigo del peligroso poder da la prensa irresponsable y ahora parece padecer de la amnesia a la que estamos ya tan mal acostumbrados. ¿Nadie recuerda las horrendas portadas de Perú.21 sobre Ollanta Humala? (Él tiene ya suficientes cosas criticables como para andar inventándole más). Más recientemente, ¿alguien recuerda los OFENSIVOS comentarios de Mariátegui, director de CORREO, y sus MANIPULADAS portadas, las mismas que le hicieron merecedor del título  "diario SPAM"?

Aquí un veloz recordaris:

Y esto se vivía en los noventas

En resumen, en Ecuador la democracia camina con una pata coja. Por un lado, la libertad de expresión se ha convertido en una excusa para las calumnias más graves de diarios que otorgan beneficios a quienes prostituyen su tinta (el mencionado sueldo de Emilio Palacio aumentó abismalmente en los últimos meses); por el otro, quienes ejercen el poder democráticamente otorgado parecen haber olvidado que fue el pueblo ecutoriano quien los puso donde están, y que, por tanto, el poder no es de uno, ni se puede aprovechar sus beneficios para montar todo un espectáculo que termine en la beatificación de un personaje tan petulante como Correa, quien por momentos deja salir su lado más prepotente, como se puede apreciar en la entrevista concedida a Augusto Álvarez-Rodrich tras la reunión de gabinetes de ambos países en Chiclayo:


Escrito por

Juan Velazco

Incompetente en todas las materias del mercado. Pájaro de una sola pluma.


Publicado en

PARIA XXI

Sociedad, política y Bob Dylan