#ElPerúQueQueremos

Carta a mi generación.

Publicado: 2011-11-07

Exordio:

Así comienzo el blog. Publicaré, rebloguearé y comentaré todo aquello que me parezca oportuno. ¿Por qué? Realmente no lo sé; pero, con 18 años a cuestas, entiendo que cualquier cosa es mejor que quedarse callado.

Mi iTunes reproduce ahora una canción de mi compositor favorito (Bob Dylan): "The times they are a-changin' ".

Indeed... Y de ahí que me estremezco al escribir estas líneas.

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Queridos contemporáneos,

Los tiempos están cambiando. Las convicciones de ayer sucumben ante el surgimiento de nuevos fenómenos totalmente imprevistos. El inmenso rostro del stablishment principia a enrojecerse al verse increpado desde tan diversos frentes. La pluma del intelectual es ahora la tecla del cíber activista y las fronteras no son más que un recuerdo. Al centro de todo este raudo bólido de cambios estamos nosotros, pasmados y titubeantes, temblorosos y pueriles, incautos. Creo que la historia nos exige respuestas más temprano que tarde, y los problemas que aterrorizan hoy a nuestros mayores serán, en el futuro más próximo, nuestros propios problemas. Los demonios económicos que nos muestra la televisión llevan entre sus pieles nuestra firma. La crisis financiera y la contaminación serán más adelante nuestras más inmediatas preocupaciones. Cuando los monumentos vivos que guían nuestro torpe andar -pienso en Dylan, en Mandela, en Chomsky y muchos otros- desaparezcan, ¿qué será de nosotros? Los que toman las grandes decisiones de la actualidad siempre con una mano en el bolsillo -pienso en casi todos los que visten terno, carcaj, sotana o banda presidencial- se enfrentan "valerosamente" a este acervo de desgracias que ellos mismos concibieron y que heredaremos sin falta, lo hacen sobre todo por un tema de conciencia, por una culpabilidad que inunda sus días, viendo cómo sus engendros aniquilan comunidades enteras en América y arrancan sueños, de un disparo, a tantos niños africanos. Su lucha no es por amor, es por redención y orgullo, motivos tal vez legítimos pero poco efectivos (las personas que luchan por redención y orgullo luchan, finalmente, por sí mismas, y su muerte o su victoria es propia y exclusiva).

¿Qué de nosotros? De entrada, estoy convencido de que nuestra lucha será de amor, lo cual no es una contradicción, sino una estrategia. No soy profeta para decir cuándo comenzará nuestra batalla, cuándo la gran esfera del destino incierto girará hacia nuestro eje; sin embargo -y sin pecar de fanático católico-, puedo citar algo de la Biblia, una parábola de Jesús:

Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. (Mateo 25: 1-13)

Para los que no gusten tanto del texto sagrado católico, encuentro un mensaje análogo entre algunos versos de Vallejo:

Ya va a venir el día, ponte el alma.

Cerca. Está cerca el día en que nos tocará a nosotros tomar las grandes decisiones, el día en que tendremos que elegir entre levantar la espada o el bálsamo. ¿Esperaremos sentados, admiradísimos coetáneos? ¿Esperaremos, acaso, descargando nuevos apps para el iPhone o bailando al ritmo de las máquinas? Espero que el día nos coja leídos; empadados de crisis, al menos en su formato informativo; que nos coja conocedores de la multiculturalidad que caracteriza al Perú por sobre todas las cosas; que nos coja democráticos, sí, pero que también nos coja críticos de ella; que nos coja mezclados y tolerantes; que nos coja, en fin, preparados para los retos seglares.

Nuestras tareas, por ahora, son principalmente dos. La primera nos la canta Atahualpa Yupanqui, voz mayor de Argentina:

Le tengo rabia al silencio/ por lo mucho que perdí/ que no se quede callado/ quien quiera vivir feliz.

La primera es, entonces, aprender a aborrecer el silencio. El futuro nos exigirá respuestas en voz alta y con mirada fija. Practiquémosla ahora en su escala menor, porque sí podemos. Podemos reclamar el respeto, contemporáneos que estudian, a nuestro pasaje medio, a los mayores que realmente necesitan que se les ceda el asiento. Podemos matar al silencio elevando nuestra voz de protesta frente a la injusticia, frente al robo, frente a la humillación. Señalar al racista y sindicar al intolerante, podemos. Podemos también -y debemos- exigir respuestas del Estado, transparencia de nuestras instituciones y atención gentil por parte de nuestros funcionarios. Y podemos también crear un blog de buenas intenciones. Como ven, son acciones básicas que todos podemos hacer para prepararnos. Somos jóvenes y se piensa que debemos callarnos por nuestra inexperiencia. Yo creo, por el contrario, que somos jóvenes y, precisamente por eso, debemos alzar nuestra voz para exigir oportunidades, fuente real y única de experiencia. ¿Cómo aprender con la boca cerrada? ¿Cómo discernir lo bueno de lo errado si nuestros ojos miran a la pared sucia, al cartel luminoso, a la propaganda baladí?

La segunda tarea que nos queda a hacer en la antesala es conectarnos. La unión hace la fuerza, es lo que dicen. En este terreno se torna fundamental el papel de las nuevas tecnologías, destructoras de distancia, creadoras de acción colectiva. Usémoslas para apoyar a aquellos que necesitan nuestro apoyo. Tweet, reblogging, status update y chat son palabras claves -entre muchas otras que incluso yo, tan joven, desconozco- para mantenernos al tanto de lo que ocurre con nuestra generación a lo largo y ancho del globo. Entérese, querido lector, cómo los jóvenes actúan en los diferentes movimiento de ocupación, entérese cuáles son los nuevos artistas, cánsese un poco de la gerontocracia intelectual, tan venida a menos en estos tiempo.

Crea en la juventud no como infalible, sino como corajuda e incansable, esto un poco más que aquello.

Yo sé que ya muchos están allá fuera, levantando carteles y develando las atrocidades, por ejemplo, de la tauromaquia. Esos jóvenes son un ejemplo para mí y para muchos otros, pero debemos ser más. Nuestro cuerpo activista (uso esta palabra en su sentido más hermoso) debe crecer y experandirse, abarcar todas y cada una de las áreas, puesto que consta de individuos variados con un arché que nos explica, nos identifica y nos justifica: un futuro más justo.

Confío en mis contemporáneos tanto como confío en mí mismo (que es la base de todo, según palabras de mi admiradísimo Hno. Alberto, Q.E.P.D.) Sé que seremos los artífices del cambio tan esperado por pobres y poquísimos ricos, solo debemos escucharnos y, por lo que más queramos, perder el temor a los indecisos inversionistas, princesitas de porcelana que se desgarran las vestiduras si alguien menciona el apellido Marx, por más que se trate de Groucho (¡lástima!).

Atentamente y con un fuerte abrazo que hace las veces de sello,

Juan Alonso Velazco Urquiaga

Peruano dieciochoañero.

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Resumen, por si no son muy fanáticos de la lectura:


Escrito por

Juan Velazco

Incompetente en todas las materias del mercado. Pájaro de una sola pluma.


Publicado en

PARIA XXI

Sociedad, política y Bob Dylan